El valor de la empresa ya no radica en sus recursos materiales, la producción, el transporte o la materia prima. Hoy día, la competitividad de las compañías se basa en el saber hacer; el conocimiento, por ejemplo, es lo que ahora se atesora. Este tipo de activos, conocidos como intangibles, no se ven reflejados en una hoja, pero sí tienen un impacto dentro y fuera de la organización.
El éxito de la compañía está en el reconocimiento que te otorgan los grupos de interés, de ahí la necesidad de cumplir sus expectativas, solucionarles sus problemas y obtener su confianza y admiración a cambio. Pero nada de lo anterior se puede conseguir sin un equipo de trabajo comprometido y entusiasmado con dar el 100% en cada una de sus actividades.
En este sentido, se vuelve imprescindible aprender a gestionar los activos intangibles -llámense también capital humano-, que incluyen todas las capacidades individuales, los conocimientos y destrezas de cada uno de los trabajadores. A los trabajadores hay que mantenerlos motivados y satisfechos, pero también habrá que invertir en su desarrollo, ya que el impacto de sus acciones determinarán la aceptación de la empresa en el mercado.
Debemos recordar que la calidad del capital humano es lo que hace distinta a una empresa de otra. Lo que éste hace tiene repercusiones directas en la economía de la organización, por lo que muchos líderes tienen destinado un porcentaje del presupuesto anual para la conformación de equipos de trabajo sólidos y competitivos.
Para gestionar explícitamente un activo intangible hay que identificarlo, definir un objetivo y elegir una metodología o herramientas para lograrlo. Por ejemplo, si lo que quieres es ofrecer mejor atención al cliente, tienes que asegurarte de crear un programa de capacitación para los colaboradores, donde se les ofrezca conocimiento respecto a la mejora de relaciones con terceros, además de recompensas que eleven su motivación cada vez que cumplan un objetivo, ya que al aumentar su productividad laboral, se incrementa el número de clientes y, por ende, los ingresos para la organización.
Cuando la empresa está pasando por un mal momento, el conocimiento y la disposición del capital humano es lo que va a ahuyentar la crisis. Aunque quizá en los momentos de crisis no haya tiempo ni dinero suficiente para continuar con la adecuada gestión de los activos intangibles, no quiere decir que éstos pierdan importancia o sean ignorados, al contrario, es momento de que salgan a relucir.
Es en momentos difíciles cuando se conoce la verdadera cara de una compañía, por lo que la buena reputación ante el mercado siempre será primordial; no habrá nada de qué preocuparse si se cuenta con talento satisfecho con el respaldo de la empresa y dispuesto a dar lo mejor de sí, hasta en las peores circunstancias.
La gestión de los recursos intangibles no supone otra actividad paralela a la que ya se tiene en la compañía, al contrario, responde a la misma visión de la empresa, pero enfocada a la generación de lealtad y motivación de los empleados. Es posible invertir en cada uno de ellos y apostar por un equipo de trabajo preparado para reaccionar ante cualquier crisis, además de formar e incentivar a individuos para que se “pongan la camiseta” y coloquen a la compañía en la cima del mercado.